15 de mayo de 2009

Peréntesis

"A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante."
-Oscar Wilde

Después de caminar unos kilómetros, no cuesta nada sentarse a esperar la hora de los deberes. Los pasos de aquellos fantasmas que comparten su mundo, dejan tras sí huellas de incongruente significado, con olor a vidas tóxicas. Envidia el vuelo de las aves citadinas, el ruido del viento en los árboles y hace caso omiso a los cláxones furibundos, como las niñas que saltan las rayas en el suelo, cual obstáculos en la pista. Cualquiera que se quedara a mirar, sólo vería un cuerpo cansado y una mirada vacía, aburrida de ver cómo pasa el tiempo, asqueada de ser etiquetada por los juicios. Las aves dejan de escucharse, las risas infantiles se alejan, muy pronto la tristeza ofusca la frialdad innata. Las añoranzas propias amenazan con romper rótulas. Como siempre, como cada vez que se permite estar a solas. Gotas cristalinas brotan de los ojos. Enamorarse de la nostalgia parece muy tentador. Es fácil volverse una experta en el arte de callar los gritos (los dedos tiemblan apenas como único signo de vida).

Unas campanas absurdas sonaron diez veces. Ha decidido que aún es temprano y sigue contemplando por horas la plaza, con ojos de quien se marcha.

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