22 de junio de 2009

Tierra

Nunca tuvo más densidad de sentimientos una lágrima, que aquella que vi correr por su rostro, como si no hubiera nada más intenso en el mundo que el significado de un caparazón hueco. El surco limpio que dibujaba en el sucio de su cara, recordaba que nada dura para siempre, ni siquiera iba durar aquel llanto, ni la tiza amarilla que adornaba sus juegos.

Él no pensaba en el pájaro rapaz vomitando en los picos de los bebés pajaritos. No existe para él un cielo de tortugas. Lo olvidó todo. Y con el último puñado de tierra, el niño ocultó por completo la concha del único amigo que había tenido.


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