Meto la mano. El bolsillo está mediovacío. Toco aquí y allá pedacitos de sustancia blanca y algo que parece jaqueca en latencia. Pero las notas que tomé sobre aquel gato se han perdido para siempre en las calles. Me conformo con la memoria de su cara bigotuda. De todas las criaturas que se han cruzado por mi vista, sólo él pudo intimidarme y a la vez inspirarme una ternura indescriptible. Lo recuerdo ahora, tal vez por la insignificancia de este ambiente, ambos sorprendidos al toparnos con el espacio que separaba mis pies de sus patas, nos miramos. Decidiendo a la vez.
Ahora, trato de imaginarme su figurita famélica lamiendo los rastros de indiferencia de los cerdos en la ciudad. Quisiera enmendarlo, pero tal vez imaginarme un mundo donde se rompen las venas de la tierra no es la solución para él, que nunca soñará con hacer feliz a alguna rata. Confiaré en que la tinta sirve para que exista un tiempo más. Me odio por añorar las inyecciones de culpa.
Te extraño, gato.
Ahora, trato de imaginarme su figurita famélica lamiendo los rastros de indiferencia de los cerdos en la ciudad. Quisiera enmendarlo, pero tal vez imaginarme un mundo donde se rompen las venas de la tierra no es la solución para él, que nunca soñará con hacer feliz a alguna rata. Confiaré en que la tinta sirve para que exista un tiempo más. Me odio por añorar las inyecciones de culpa.
Te extraño, gato.